“El
tiempo consagra”
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todas las casas existe un cajón en el que vamos dejando las pequeñas cosas que
no sirven para mucho pero que necesitamos tener por si alguna vez fuera
necesario echar mano de ellas. Esos cajones suelen guardar los más diversos objetos.
Por ejemplo recuerdo el cajón de mi abuelo. Lo llamábamos así, “el cajón del
abuelo” y siendo él una persona que arreglaba todo no podía faltar en el llaves
inglesas, destornilladores, lápices medio terminados, tornillos y demás aparejos de carpintería casera
pero también tenía naipes de juego, papeles con direcciones, gomas y demás cosas
que pueden aparecer en casa y que quien sabe si es mejor guardarles que
deshacernos de ellos.
Muchos,
como mi abuelo, hemos heredado esa
capacidad de tener cajones con cosas que sirven para pocas cosas pero que
pensaba que trae mala suerte tirarlas o quién sabe, por respeto a la persona
que nos las dan y estos cajones dicen mucho de cada uno. Para que deshacernos
de algo que puede tener más valor que un diario personal. El diario ponemos lo
que vivimos, lo que sentimos pero un cajón guarda nuestras vivencias
personales. Un día de salida con los amigos, te lo pasas mejor que cualquier otro día y en un momento
alguien te a un objeto, puede ser un pin una chapa o un simple papel con algo
escrito y ese objeto pasa a ser la llave del recuerdo imborrable de ese momento.
Buenos
Aires tiene un cajón enorme, un cajón llamado Mercado de las Pulgas que recoge
todos los momentos de todas las gentes que habitan esta ciudad un gran cajón con
mezcla de todos los oficios sobre los que se ha levantado los cimientos del país.
Objetos marineros traídos del puerto del sur de Riachuelo o cuadros e imágenes de
los artistas que Vivian en el Barrio Monserrat. Encontramos también cantidad de
discos de música tanto tradicional del interior como tangos arrabaleros que quizá
sonaron de algún intérprete perdido en el barrio de San Telmo.
Decadencia
y belleza es lo que demuestra este mercado, quizá un poco venido a menos.
Esperaba que la gente pueda tener esa inquietud por ver las raíces de su
ciudad, de su país pero los pasillos están demasiados vacios y solo se ven los
comerciantes compartiendo su yerba mate en cuencos de toda la vida quizá abriendo
sus cajones para recordar esos momentos.
Estos
focos de cine alumbrarían quizá los estudios de cine ya que Buenos Aires
siempre ha estado ligado a este arte. Quizá estos focos deslumbraron a Gardel
en sus primeros pasos en el cine.
Focos |
Desde
un vidrio se puede ver la realidad distorsionada pero la realidad está ahí detrás
sin filtros ni deformaciones
Gotas de cristal |
La
inmigración vasca ha sido siempre relevante en la vida argentina. Cientos de
centros sociales vascos se levantan en esta ciudad y como vascos, nos gusta
tener las raíces presentes.
Podría ser.La fachada del abuelo |
Esta
imagen es lo que más me impacto. A simple vista son unas maletas que nada dice
pero en mi cabeza entro el pensamiento de maletas olvidadas, perdidas quizá por
el desuso. El desuso de no volver a llenarlas nunca más y nunca más vaciarlas.
No quiero que las mías se llenen de polvo por poco uso, tienen que dar vueltas
y vueltas y la última vez que las deshaga que sea para quedarme y si es en
casa, mejor.
Maletas de ida sin vuelta |
Ingobenables |
Sus mensajes seran bien agradecidos. :)
ResponderEliminarFantástico el mercado de las pulgas, siempre un baúl de los recuerdos.
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